El 29 de diciembre de 2021, una nueva historia de amor comenzó en una familia cruceña. Una historia de segundas oportunidades, de sanación y de esperanza. Ese día, sin saberlo, conocieron a quien se convertiría en un miembro inseparable de su hogar: Canelo, un pequeño perro salchicha color café, con el alma herida pero el destino escrito en el amor.
No fue fácil para la familia abrir su corazón nuevamente. Hacía poco habían despedido a Tommy, su gran amor perruno, quien falleció en plena pandemia, dejando un vacío difícil de llenar. Su otra perrita, Chili, una pequeña dachshund negra que siempre había sido inseparable de Tommy, también sentía su ausencia. Ya no jugaba, ya no corría, y en su mirada se reflejaba el duelo.
Fue entonces cuando una historia llegó a sus oídos: un perrito había aparecido en la puerta de una veterinaria, sin poder caminar tras ser atropellado. Estaba golpeado, con fracturas y cicatrices que contaban un pasado de maltrato. Su confianza en los humanos se había roto. Y aunque su cuerpo sanaba poco a poco, su alma seguía temblando de miedo.
La familia sintió que debía conocerlo. Cuando llegaron a la veterinaria, él los recibió con ladridos desesperados. Desconfiado, aterrorizado, sin creer en la posibilidad de un cariño sincero. Pero en medio de su pánico, algo cambió. El papá de la familia se acercó con calma, y Canelo, entre miedo y resignación, dejó de gruñir. Se acurrucó en su mano como quien, por primera vez, encuentra un refugio seguro.
En ese instante, supieron que ese perrito ya no volvería a estar solo. Sin dudarlo, lo adoptaron y lo llevaron a casa.
El amor como medicina
La llegada de Canelo no fue sencilla. Durante meses, cualquier movimiento brusco lo hacía encogerse de miedo. No soportaba ver una escoba cerca, porque en su memoria solo significaban golpes. Dudaba de las caricias, porque creía que las manos solo podían hacerle daño. Pero la paciencia y el amor obran milagros.
Chili, en su propio proceso de sanación, se convirtió en su guía. Poco a poco, le enseñó que el hogar no es un lugar de temor, sino de juegos, de siestas compartidas y de complicidad. Aprendieron a cuidarse mutuamente, como si supieran que ambos estaban ahí para sanar el uno al otro.
Hoy, Chili y Canelo son inseparables. Juegan, se protegen, se buscan con la mirada y se duermen juntos, como si el destino hubiera escrito su historia mucho antes de que se encontraran.
La familia está convencida de que Tommy, desde algún lugar, les envió a Canelo como un regalo. Como una forma de recordarles que, aunque algunos corazones se vayan, el amor que dejan nunca desaparece.
Canelo llegó para sanar y ser sanado. Para demostrar que, incluso después de la peor tormenta, siempre hay un hogar esperando con los brazos abiertos.








