Los gatos parecen de goma… hasta que un día, después de un salto fallido o una pelea, dejan de apoyar una patita o se esconden sin querer moverse.
Aunque parezcan invencibles, los gatos son más frágiles de lo que imaginas. Sus huesos son finos, ligeros y su instinto de esconder el dolor puede hacer que una fractura pase desapercibida durante días.
“En gatos, una misma fractura que en un perro se trata de cierta forma, requiere un abordaje completamente distinto”, explica el veterinario ortopedista Dr. Giuseppe Granados. Por ello, no intentes comparar el proceso de recuperación de tu gato con el de un perro o incluso con otro gato: cada uno tiene su propio ritmo.
Cómo podés ayudarlo si se lesiona:
- No lo manipules demasiado. Si notás dolor o una pata colgando, no intentes acomodarla. Colócalo en una superficie firme (como una caja con toalla) y llévalo urgente al veterinario.
- Confiá solo en profesionales. Las fracturas felinas necesitan cirugía o tratamiento con materiales diseñados para su tamaño. Nada de “remedios caseros” ni vendajes improvisados.
- Pedí radiografías y seguimiento. Los gatos pueden parecer mejor de lo que están. Un buen control evita recaídas o fracturas mal consolidadas.
Durante la recuperación:
- Mantenélo en un ambiente cerrado, tranquilo y sin alturas.
- Evitá saltos y juegos bruscos (sí, aunque te maúlle para subirse al ropero).
- Seguí al pie de la letra las indicaciones del veterinario sobre medicación y fisioterapia.
“El éxito del tratamiento depende tanto de la cirugía como del cuidado en casa”, aclara el Dr. Granados. Y ahí es donde vos sos parte del equipo médico de tu gato: acompañando, conteniendo, mimando… pero también poniendo límites mientras sana.
