Una historia real, que podría ser la de cualquier gato callejero… o la de cualquiera de nosotros que un día se animó a abrir la puerta.
Apareció en casa un día antes de Carnaval. Apenas dos meses de vida, flaquita, sucia, con pulgas y esa mirada desconfiada de quien ya aprendió que el mundo no siempre es amable. Nos miró, pero no huyó. Y eso fue suficiente.
La levantamos. La bañamos. La llevamos al veterinario. Le pusimos nombre. Y sin darnos cuenta, le pusimos también un lugar en nuestro corazón. Lali estaba “a prueba”, como suele decirse, porque en casa ya vivían Chili y Canelo, nuestros salchichas guardianes. Pero en menos de una semana, esa prueba se volvió hogar.

Hoy, Lali es una diva. Tiene esa elegancia natural de los gatos y esa picardía que te hace reír en los peores días. Seductora, mandona, y dueña absoluta del sofá y de nuestras rutinas. Pero detrás de su mirada profunda hay algo más: una historia que millones de gatos en Bolivia siguen viviendo en las calles.
¿Cuántos gatos como Lali no tienen esa segunda oportunidad?
En el país, miles de gatitos son abandonados cada año. Muchos nacen en la calle, sin cuidados, sin alimento, sin protección. La sobrepoblación felina no es un problema menor: trae enfermedades, sufrimiento y un ciclo que se repite una y otra vez.
La solución está en nuestras manos:
- Esterilizar,
- Adoptar,
- Dar amor responsable.
Porque rescatar no es solo abrir la puerta: es comprometerse a sanar, enseñar, acompañar… y dejarse transformar. Porque sí, ellos también nos cambian la vida.


