La leptospirosis canina es una enfermedad infecciosa de alto impacto clínico y relevancia zoonótica, cuyo abordaje debe considerarse dentro de los planes sanitarios veterinarios en zonas de riesgo, según recomendaciones de la WSAVA. La inclusión de su vacuna como parte del protocolo vacunal canino depende de la presencia comprobada de serogrupos circulantes, la disponibilidad de inmunógenos efectivos y la realidad epidemiológica local.
Etiología y transmisión
La leptospirosis es causada por bacterias del género Leptospira, espiroquetas gramnegativas aeróbicas, móviles y con forma helicoidal, capaces de sobrevivir en ambientes húmedos por períodos prolongados. Existen cepas patógenas y no patógenas. Entre las más relevantes para los caninos se encuentran Leptospira interrogans serovar Canicola, Icterohaemorrhagiae, Pomona y Grippotyphosa.
Según el doctor Pablo Borrás, especialista en enfermedades infecciosas y parasitarias de perros y gatos, “los perros pueden contagiarse al beber agua estancada, al pasear por zonas húmedas o incluso al estar en contacto con otros animales infectados”.
Estas bacterias se eliminan por la orina de animales infectados, especialmente roedores, y pueden diseminarse en agua estancada, barro o suelo húmedo. La infección ocurre cuando los perros tienen contacto directo con estas fuentes o con animales infectados.
“Prácticamente, animal que no se vacuna contra leptospira tiene una alta posibilidad de enfermar”, advierte el Dr. Jaime Alfredo Guzmán Carvajal, médico veterinario especialista en patología clínica.
Además, los animales infectados pueden eliminar leptospiras incluso en fases subclínicas, representando un alto riesgo de transmisión para humanos u otras mascotas.
Manifestaciones clínicas y diagnóstico diferencial
La enfermedad presenta un amplio espectro clínico, desde formas subclínicas hasta cuadros graves con compromiso hepático, renal o hematológico. Los signos más comunes incluyen:
- Fiebre persistente
- Letargo
- Vómitos
- Ictericia
- Dolor muscular
- Pérdida de apetito
- Anemia
Casos severos pueden evolucionar hacia insuficiencia renal aguda, hepática o cuadros hemorrágicos. En hembras gestantes puede inducir abortos.
“El diagnóstico no siempre es evidente a nivel clínico”, explica el Dr. Guzmán. “Puede confundirse con enfermedades hemoparasitarias como la babesiosis, ya que ambas pueden presentar anemia y fiebre”.
Las herramientas diagnósticas incluyen:
- Hemograma completo: para observar alteraciones hematológicas sugerentes.
- Pruebas serológicas: como el MAT (Microscopic Agglutination Test), considerado gold standard, aunque limitado por su costo y disponibilidad.
- Pruebas rápidas: aunque están en desarrollo, aún presentan dudas sobre su sensibilidad y especificidad por la diversidad de serovares.
- Historial clínico completo: vacunación previa, signos, hábitat y hábitos del animal.
El Dr. Borrás destaca que “la enfermedad no solo pone en riesgo la vida del animal, sino que también puede ser transmitida a los humanos, por lo que su prevención y diagnóstico oportuno son fundamentales”.
Tratamiento y manejo clínico
El tratamiento debe instaurarse lo antes posible, preferentemente tras el diagnóstico presuntivo. Los antibióticos de elección incluyen:
- Doxiciclina
- Estreptomicina
- Penicilina G
El esquema terapéutico puede extenderse por semanas. El tratamiento tardío o incompleto puede no eliminar completamente la bacteria del organismo, favoreciendo la condición de portador crónico.
“El tratamiento es largo y costoso. Por eso, la prevención es más efectiva y económica”, afirma el Dr. Guzmán.
Prevención: vacunación y enfoque poblacional
La WSAVA incluye la vacuna contra leptospirosis como esencial en regiones donde existen evidencias de circulación activa. Las vacunas disponibles suelen ser bivalentes o tetravalentes, y contienen cepas específicas según la región. En muchos protocolos se incluyen junto a otras vacunas como moquillo o parvovirus.
“Debe realizarse un esquema vacunal completo, adaptado a cada paciente y zona. La vacuna debe reforzarse anualmente”, señala el Dr. Guzmán.
En Bolivia, la aplicación aún no es sistemática, debido a la falta de estudios epidemiológicos locales que identifiquen los serovares predominantes. Sin embargo, los veterinarios clínicos recomiendan incluirla en planes sanitarios individuales, especialmente en zonas urbanas con alta presencia de roedores o humedad.