En cada trazo, color y escena que plasma Luigi Cabrera en sus ilustraciones se esconde una historia, pero quizá ninguna tan entrañable como la que vive fuera del papel junto a su fiel compañero: Mocochinchi, un pequeño perro cocker que llegó a su vida —y a la de su familia— hace ya dos años. Desde entonces, este curioso y juguetón amigo no solo se ha ganado un espacio en el hogar, sino también en el corazón del artista, inspirando momentos de ternura, travesuras y compañía que alimentan el lado más humano de su creatividad.
¿Recordás el momento en que Mocochinchi llegó a tu vida?
Los recuerdo muy bien. Mocochinchi llegó cuando mi hijito menor tenía un año y el mayor tres añitos, y había como esa necesidad. Mis hijos veían a otros niños con sus perritos y preguntaban, pero no fuimos a buscarlo. Mocochinchi fue el regalo de una amiga que vio que el perrito simpatizaba con los niños y nos lo regaló cuando tenía dos meses. Fue en septiembre de 2023.
¿Por qué el nombre de Mocochinchi?
(entre risas) La historia de su nombre es muy linda porque yo lo puse a consideración de la gente, de los seguidores. Barajamos ideas con mi esposa y mis hijos: unos querían el nombre de Chocapic, otros Chocolate, y yo quería Mocochinchi. Me nació la idea de hacer una encuesta en redes sociales y ahí la gente nos ayudó, “tunda”, le dio Mocochinchi a Chocapic, y desde ahí se quedó con el nombre. A quien se lo presento, el nombre les parece lindo y curioso.
¿Cómo es la rutina de Luigi con Mocochinchi?
En casa tenemos un sistema muy tradicional. Tiene su casita en el patio, su espacio. Compartimos momentos y afinidad con él. Con los niños no hay mucho que hacer porque son inquietos, igual que Mocochinchi, y ahí hay una muy buena conexión. También viene aquí a la escuela de arte y es la sensación para todos los niños, es la locura. Creo que es la mascota oficial de la escuela.
¿Cómo acompaña Mocochinchi en tus momentos de carga emocional y social?
La nobleza que tiene Moco —Moquito le digo yo— es propicia en momentos en los que me siento a dibujar algo y se vuelve un compañero. Él está siempre cerquita. Lo he dibujado muchas veces, aunque no lo he posteado todavía. Pero sí he compartido momentos de familia donde está él, cuando documentaba ciertas partes de mi vida, sobre todo cuando nacieron mis hijos, y estaba en todo momento. Es un excelente compañero. Es muy noble, y eso es lo que a veces a uno le hace falta en la vida para calmar el estrés del día a día. Él demuestra simplemente su alegría y te transmite todo eso. Es una pieza clave en mi vida y en la de mi familia.
¿Cómo cambió tu vida con la llegada de Mocochinchi?
Mi vida cambió porque cuando yo era niño siempre me criaron con perritos, pero hubo un lapso cuando me salí de mi casa, empecé a trabajar, me fui a vivir solo, y luego empecé a convivir con mi esposa. Nos privamos de tener mascotas y todo ese cúmulo de espera estalló cuando llegó “Moquito” a la familia. Cuando nos casamos y vinieron nuestros hijos, no había todavía la presencia de mascotas, y cuando llegó —sin buscarlo mucho— realmente fue un cambio total. Ahora es alguien muy importante para nosotros. Algo que valoro es la compañía que le hace a los niños. Realmente es una terapia. Por ejemplo, Benjamincito (mi hijo) fue diagnosticado con autismo cuando tenía dos años; ahora tiene cinco. Estar cerca de él y el cariño que se desprenden… los animalitos son ángeles que pueden presentir quiénes necesitan más apoyo, y ha sido realmente una bendición para la familia tenerlo.
¿Qué creés que le hace falta a la sociedad boliviana en cuanto al cuidado de las mascotas?
Veo que hay mucha dejadez de la familia. Hablando solo de lo que yo puedo ver cerca de mí, me parece que a la gente le hace falta instrucción, tal vez. Lo que hacen ustedes con el proyecto de la Revista Mascotas es algo que me encantaría que se pudiera socializar en todos lados y llegar a la gente que, tal vez por ignorar el tema, no ponen en práctica muchas cosas. Pero la responsabilidad de tener una mascota va más allá de que cuide tu casa. Necesita salir, pasear, ir más allá de las cuatro paredes. He visto gente que los deja afuera todo un día, y eso me da mucha pena. Creo que como sociedad nos falta ese aprendizaje.
Si tuvieras que ilustrar a Mocochinchi como un superhéroe, ¿cómo sería?
Supermoco (risas). Moquito creo que no le da para ser un héroe con ego grande. No lo haría yo como allá en la cúspide con su capa de superhéroe. Lo veo más como un compañero. Yo lo veo como Robin, un amigo cercano, fiel, pero que al mismo tiempo te da ese impulso, esa energía. Te levanta, tal vez, cuando estamos cabizbajos. Su superpoder creo que es eso: la nobleza, la fidelidad, la compañía.
¿Qué has aprendido de él que no hayas aprendido de ningún humano?
De niño siempre fui juguetón con los perros, pero nunca los vi desde la óptica que los veo ahora de adulto, con mis hijos. Es bárbara la conexión que se tiene. Es un hijo más, Mocochinchi, y es importante mostrarles a los niños ese lado humano de la vida, y los animalitos que no piden nada más que un poco de atención y amor.
¿Si Mocochinchi pudiera hablar, ¿qué diría de vos?
Es muy feliz con la familia. Y creo que, si pudiera hablar, diría todo ese cariño que siente. Sería un “gracias por hacerme tan feliz”, porque es lo que siempre tratamos de que sienta.
¿Cómo definirías en una palabra a Mocochinchi?
Chivo (risas). Es un loco y muy hiperactivo.




