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Nino se hace preguntas: cuento por Vania Sandoval

Por Vania Sandoval Arenas
Soy Nino. Quiero decirles a todos que soy un gato muy huraño, casi no me gustan los humanos, aunque me agrada mi humana Rosita porque me da comida, agua, mimos y casi toda su atención. Ella me alza y me abraza como si fuera un gato peluche, y yo sé que vine al mundo con la misión de darle apoyo y cariño. Por eso en las mañanas me paro en dos patas sobre la malla antimosquitos para que ella sepa que es hora de levantarse y servir el desayuno para todos. 

Mi hogar es hermoso, me trepo a los árboles, tengo un pasadizo secreto para cruzar el techo en 20 segundos, puedo comer la comida de los perros o la mía y nadie se molesta. No me gusta la gente que viene de visita, por lo tanto me subo a mi árbol cuando escucho una voz extraña. El que menos me gusta es el Dr. Práctico, que siempre viene con el fin de poner inyecciones (vacunas o remedios). Es un buen veterinario pero es algo antipático, porque cuando Rosita le pregunta cosas casi nunca le contesta. Bueno, también debo decir que ella siempre pregunta mucho.

Ustedes piensan que mi vida es hermosa porque tengo un hogar y además ya sé cuál es mi misión. Pero pese a que soy feliz, hay algo que me preocupa: Tengo un hermano gemelo y él no tiene la misma suerte que yo.

Yo no sabía que mi hermano existía. En realidad yo me consideraba el mejor y más hermoso de los gatos. Siempre había despreciado a los gatos callejeros por sucios y bulliciosos, por agresivos y poco elegantes. Yo me considero un gato educado, no hago bulla sin motivo, soy limpio, sé cuando es mejor retirarse de las peleas, sé quién miente y quién dice la verdad. 

Una vez me paré en la parte más alta de la barda para mirar. Quería saber qué había ahí afuera. La calle me pareció grande, hermosa, bulliciosa. Había muchos perros, muchos gatos. Y por fín me animé a salir. 

De pronto  vi  a un gato sucio, grande, barcino, de color plomo, al que mi humana llamaba Plomizo. Pasé por su lado sin mirarlo siquiera. Sin embargo él se abalanzó sobre mí, me arañó, me mordió, yo creo que me iba a matar. Con la nariz sangrante, los ojos hinchados, el cuello mordido, me resigné a morir. Y entonces vi a mi salvador. Un gato blanco, idéntico a mí y del mismo tamaño, con las orejas paradas y las mismas patitas largas y ágiles, se lanzó a defenderme saltando sobre mi atacante , obligándolo a soltarme y a huir, con unos maullidos atroces y terribles.

Cuando se fue Plomizo nos miramos mi gemelo y yo. Inmediatamente nos dimos cuenta de que éramos idénticos, salvo que él tiene los dos ojos amarillos y yo tengo uno amarillo y el otro celeste.

Hola hermano, me dijo. Parece que no sabes pelear. Hace mucho que no te veo, parece que en Arcoiris no te dan entrenamiento. Y se alejó tranquilamente.

Al verlo partir lloré mucho. No sé si de dolor por mis araños y mordeduras, o por la emoción de encontrarlo y saber que existía. Tal vez fue por las dos cosas. Sé que Rosita me ama y puedo decir que ella y Osi son mi familia, pero esto es diferente. Yo tenía un hermano gato, que tiene alma de gato. Verlo fue como mirarme al espejo.

Me duele mi corazón al pensar, todos los días, que yo estoy feliz comiendo mis croquetas, los pedazos de queso que me sirven los domingos, y no sé si él habrá comido ese día. No sé cuál es su misión en esta tierra.  He pensado en salir un rato a la calle para que me vea y no alejarme mucho de la barda de casa (ya saben que tengo miedo a Plomizo). Un día…lo haré.

PD. Nino se fue físicamente el 2025, pero vive en nuestros corazones. Descansa a la sombra su árbol favorito. 

Duda Anzoátegui

Duda Anzoátegui

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